Lo sé, lo sé, llevo un
retraso de cinco años en escribir esta reseña. Disculpadme, a veces las prisas
del día a día, del trabajo o el ánimo hace que vayamos postergando
indefinidamente la lectura de esa novela de la que todo el mundo habla.
Reconozco que siempre recelo de los “best-seller” porque generan
unas expectativas que casi nunca se llegan a cumplir en un lector exigente.
Además, he de confesar que esta novela me generaba muchísimo respeto. Trata el
conflicto armado protagonizado por ETA en el País Vasco durante los últimos
cuarenta años, desde la década de 1980 del siglo XX hasta su final en el año
2011, ya en pleno siglo XXI. Escrita justo tras el cese de esa lucha armada,
temía que cayese o en un sentimentalismo exacerbado o en un ajuste de cuentas
innecesario. Nada más lejos de la realidad. Me he encontrado con una novela
clarividente, equilibrada, de muchos puntos de vista para tratar un asunto
doloroso que afectaba a las sociedades vasca y española.
La prosa magistral de
Fernando Aramburu hace que nos transportemos dentro de su trama y que nos
identifiquemos con todos sus personajes. Es una narración que atrapa al lector
de principio a fin, manejando de forma sublime la analepsis (flashback),
poniendo de relieve lo importante que son los matices y cómo cada protagonista
afronta una misma situación desde perspectivas diferentes. Esto le confiere a
la novela de Aramburu una gran riqueza argumentativa.
La trama se centra en
como dos familias vascas amigas íntimas hace años acaban sin hablarse y
enfrentadas por el asesinato del padre (aita) de una de ellas, hombre de
negocios en una empresa de transportes del pueblo donde viven, por no poder
pagar una de las cuotas que exigía la banda terrorista ETA a los empresarios
vascos para financiar la causa de una Euskal Herria independiente del
Estado español opresor.
El autor retrata con una
gran fidelidad los rasgos de la sociedad matriarcal vasca centrando el
relato en la figura de las esposas y madres (amas) de las dos familias: Miren
y Bitorri. Dejando patente el papel que ha jugado la Iglesia en su
educación (ambas casi se meten a monjas antes de conocer a sus respectivos
maridos) y la influencia que seguían teniendo en la sociedad vasca los curas
parroquiales, en este caso don Serapio siempre presto a defender los
ideales de la izquierda abertzale facilitando su iglesia como punto de
encuentro de los denominados “cachorros de ETA”.
El hecho que el escenario
principal de la novela sea un pequeño pueblo de Guipúzcoa sin concretar más, da
al autor cierta libertad para mostrar lo que ocurría en muchos pequeños pueblos
vascos, especialmente de esta provincia, donde la actividad abertzale era muy
activa, siendo el caldo de cultivo de la violencia callejera (Kale Borroca)
y de la captación de jóvenes idealistas como posibles miembros de la banda
terrorista. En la novela, el joven que se afilia como integrante de ETA en la
lucha armada es Joxe Mari, el hijo mayor de Miren, dentro del comando
Oria que participó en la muerte del “Txato” el marido de Bitorri y jefe
de una empresa de camiones en las afueras del pueblo.
De igual modo, en la
novela se aprecian elementos que sustentaron a ETA desde todos los ámbitos. Se
habla de líderes etarras de rango medio que dieron el salto al brazo político
de la organización, Herri Batasuna (HB), también de los combativos
miembros del sindicato LAB, en este caso en la figura del empleado Andoni
que trabajaba en la empresa de camiones del Txato, del diario Eguin desde
el que los terroristas hacían sus proclamas, cómo Miren iba a ver a su hijo a
la cárcel del Puerto de Santamaría en autobuses que ponían a disposición de las
familias de los presos etarras las gestoras pro amnistía y el papel
clave que jugaron en los pueblos las arrano (herriko) tabernas. En
ellas, los dueños eran militantes de la izquierda abertzale y proporcionaban
información sobre posibles objetivos, siendo también los responsables de
señalar a aquellas personas que consideraran contrarias a los intereses de
Euskal Herria por cualquier motivo. Solían ser los incitadores de las pintadas
amenazantes a las personas que eran objetivos de la banda terrorista ETA. En
sus establecimientos ponían las fotografías de los terroristas de ETA que eran
del pueblo y estaban encarcelados. En el libro, esa figura la interpreta Patxi
el dueño de la arrano taberna del pueblo.
Además, se explica con
mucho detalle la manera en que el féretro de un integrante de ETA era recibido
en el pueblo. Como un auténtico héroe. En esas descripciones se ve reflejado el
odio que la izquierda abertzale tenía hacia el Estado español.
A través del personaje de
Joxe Mari, el autor explica la manera en que ETA captaba a jóvenes
euskaldunes para su lucha armada, cómo les entrenaba en Francia y de qué manera
les repartía en comandos. Joxe Mari fue el líder del comando Oria integrado por
tres miembros y que operaba en la zona este de San Sebastián e incluía su
pueblo.
Fernando Aramburu no
explica con demasiada profundidad cuál es la estructura de la banda terrorista,
simplemente cómo funcionan los comandos y las ideas que les han llevado a
actuar de esa forma. Nombra a dos de los máximos dirigentes de ETA en esta
época, Paquito y Santi Potros, pero no a todos los integrantes que
formaban su cúpula dirigente.
Mediante el testimonio de
Joxe Mari, una vez arrestado por la guardia civil por sus delitos de sangre, se
analizan las torturas que los guardias civiles infligieron a los etarras en el
cuartel de Intxaurrondo y en los calabozos de la Audiencia Nacional entre otros
lugares. También, a lo largo del relato recuerdan los asesinatos cometidos por
miembros de los GAL a integrantes de ETA como Lasa y Zabala. Estos asesinatos
fueron financiados con fondos reservados del Estado.
Sin lugar a dudas, uno de
los puntos fuertes de esta novela es la fuerza y caracterización que tiene
cada uno de sus personajes. El autor hace que te imagines a la perfección
cómo es cada uno y que sientas todo tipo de sentimientos hacia ellos. Solo
les identifica por su nombre o diminutivo, no hay apellidos, este recurso
facilita al autor la posibilidad de que esos personajes sean cualquiera de esas
familias vascas que sufrieron en uno y otro bando la tiranía del terrorismo
vasco. Esto no es fácil de conseguir y demuestra la maestría que tiene de la
lengua castellana Fernando Aramburu.
Junto a Miren y Bitorri
hay un personaje que da mucho vigor y credibilidad al relato, Arantxa.
Hija mayor de Miren y Joxian, trabajadora incansable que se casa con un viva la
virgen con el que tiene dos hijos: Ainhoa y Endika. En unas vacaciones en
Mallorca le dan dos ictus y queda paralítica. Su madre tendrá que hacerse cargo
de sus cuidados ya que su marido Guillermo la abandona. Esta situación hace que
Miren pase por una penitencia en vida como la está pasando Bitorri desde que su
marido el “Txato” fue asesinado por ETA con cuatro tiros en la nuca a la puerta
de casa. Gracias a Arantxa, Bitorri consigue la disculpa de Joxe Mari desde la
cárcel por todo lo que ha pasado y un abrazo final con Miren, su antigua mejor
amiga y desde hace años enemiga acérrima. De eso trata también la novela,
del arrepentimiento. ¿Real o impostado? ¿Quién sabe? Pero en cada personaje
se puede percibir si es de una u otra manera.
Por poner alguna objeción
a esta maravillosa novela, apenas trata cómo afectó el terrorismo a las
principales fuerzas políticas del País Vasco en ese momento: Herri Batasuna,
PP, PSOE y PNV. Especialmente importante sería analizar la posición del PNV
en todo este asunto. En la novela solo se nombran los asesinatos de un
concejal de San Sebastián, el de Gregorio Ordoñez y el del Miguel Ángel Blanco,
todos ellos integrantes del PP vasco.
De igual modo, las
asociaciones de víctimas del terrorismo solo aparecen en un pequeño pasaje
de un capítulo en el que se reúnen en el ayuntamiento de San Sebastián con varias
personas que luchan contra este conflicto armado.
Dicho esto, entiendo que
Fernando Aramburu centrara su explicación en cómo vivieron el conflicto armado
dos familias vascas porque fueron las principales afectadas de esta sin razón.
Es un asunto delicado que todavía sigue supurando en parte de la política
española, sobre todo, en aquella cuyos líderes no tienen una suficiente
formación cultural de lo que supuso el conflicto armado vasco utilizándolo de
manera banal y desafortunada que puede abrir antiguas heridas que serían muy
difíciles de curar.
No quisiera acabar esta
reseña, sin fijarme en el nombre de la novela: PATRIA. Qué palabra tan
bonita y a la vez manoseada de manera burda por unos y otros. Recordemos que patria
significa según la RAE “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”.
El problema es cuando confundimos ese concepto con el de PATRIOTERO/A
que significa según la RAE “que alardea excesiva e inoportunamente de
patriotismo”. Y de esto tenemos mucho últimamente.
¿De qué sirvió la lucha
armada de ETA? ¿Consiguió su objetivo?
Yo no tengo una respuesta
simple a estas preguntas. 864 muertos, miles de heridos y familias rotas por
alcanzar una quimera. Solo puedo decir que el odio conduce al fanatismo y
este a la muerte. Así que mucho cuidado con generar odio porque las
consecuencias son fatales.