miércoles, 27 de mayo de 2020

LA CHICA DEL VAGÓN NÚMERO 7

Aquí comienza la publicación de una serie de relatos de escritura creativa. En el primero de ellos, se muestra un mismo relato escrito desde diferentes tipos de narradores.


ANA PÉREZ

NARRADOR OMNISCIENTE

Era una tarde calurosa de verano en la estación de tren María Zambrano de Málaga, el bullicio de los turistas era ensordecedor, especialmente el de los pasajeros del tren con destino Madrid. En el vagón número siete no cabía un alfiler, iba lleno de personas de todas las razas y profesiones. En las primeras filas se sentaron dos familias indias con sus bebés, después un grupo de adolescentes ruidosos y alegres, por lo que parecía su primer viaje de amigos sin padres a la vista, no faltaban los hombres y mujeres de negocios trajeados, un médico que repasaba el discurso que daría en ese congreso médico tan importante que no se podía perder, la escritora bohemia junto a su amiga embarazada y el típico señor mayor cascarrabias que se quejaba de la ausencia del aire acondicionado.

El tren salió puntual a las 7 de la tarde rumbo a la capital del reino. Tras la primera parada en Antequera, sobre las 7:30, cogió velocidad crucero siendo, en ocasiones, más rápido que el viento. De repente, se empezaron a oír murmullos de gente preocupada en ese vagón número 7. Algo no iba bien, la escritora había llamado al personal de cabina del tren porque su amiga embarazada había empezado con los dolores y las contracciones típicas del parto, “¡1 mes antes de la fecha prevista!” Gritaba como si un espíritu maligno se hubiera apoderado de ella. Hubo unos momentos de caos porque el tren estaba en medio de la nada y no podía parar para llevarla a un hospital, pero por fortuna, sí que había un médico a bordo. El doctor se abrió paso entre el resto de pasajeros y llegó al asiento de la mujer embarazada. Se presentó como el doctor Quirón especialista del aparato digestivo, pero reconvertido temporalmente en el obstetra que le ayudaría a traer al mundo a su bebé. El parto se desarrolló sin incidencias y nació Lucas, un bebé perfectamente sano con muchas ganas de llorar. El vagón número 7 rompió en aplausos y enhorabuenas a la madre, al bebé y al obstetra por accidente.

La madre, el niño y su amiga escritora fueron recogidas por una ambulancia en la Estación de Atocha de Madrid y llevadas al Hospital de la Paz donde la madre y el bebé fueron examinados para comprobar que estaban en perfecto estado de salud.

NARRADOR PROTAGONISTA

Había pasado unos días del mes de julio en casa de Corintia, mi amiga escritora de novela negra que estaba rompiendo el mercado editorial español con sus novelas sobre los narcos de la costa del sol malagueña. Habíamos decidido que me acompañaría de vuelta a Madrid en el AVE desde la estación de tren María Zambrano de Málaga, ya que yo parecía un balón Nivea de playa que en cualquier momento podía salir disparado. Lucas, mi futuro bebé, estaba entrenando para ser futbolista y no dejaba de dar patadas a ese balón de playa que era mi vientre.

Al llegar a la estación me sentí muy fatigada y con mucho calor, la multitud no dejaba de caminar a nuestro lado y en ocasiones sentí cierta sensación de ahogo y claustrofobia. Nuestro tren salía a las 7 de la tarde, un horario algo tardío para mi cuerpo serrano que ya parecía fantasmal a las 5. Localizamos el tren y nos encaminamos a nuestro vagón, el número 7. Al entrar, una azafata muy amable me acompañó a mi asiento y me proporcionó todo lujo de detalles para que se me hiciera el trayecto lo más cómodo posible. Corintia no dejaba de relatarme la diversidad de personas que compartían asiento en el vagón, pero mi cabeza estaba en otro sitio, me sentía tremendamente cansada y con ciertos dolores por todo el cuerpo.

Intenté dormir, pero Corintia seguía a lo suyo, sino era relatándome la fisionomía y sus conjeturas del resto de pasajeros, era el tecleo demasiado enérgico en su portátil porque estaba plasmando una genial idea para una futura novela. A mitad de trayecto, empecé a sentir unos dolores insoportables en mi vientre, cada vez con más frecuencia y en menos tiempo. Mi avispada amiga, se percató de que me encontraba de parto, como yo no era capaz de reaccionar, ella llamó a la tripulación de cabina y entre el alboroto apareció un apuesto doctor que se autoproclamó mi ayudante de primeros auxilios, o algo parecido, porque apenas podía distinguir su voz de la de la azafata diciéndome respira y empuja, que yo quería hacer a la vez y me resultaba imposible. Tras unos minutos, que me parecieron una eternidad, escuche los lloros desconsolados de Lucas, cuando le tuve en mis brazos supe que nunca podría querer más a una persona de cómo lo quería a él. El resto de pasajeros aplaudían, cantaban e incluso bailaban con el nacimiento de mi pequeño. Siempre estaré agradecida a ese doctor intrépido que me ayudó a traer a lucas al mundo sano y salvo.

Al llegar a la estación de Atocha en Madrid, nos esperaba una ambulancia para poner rumbo al Hospital de la Paz y que nos hicieran la revisión médica que certificará que todo estaba bien. A mi lado estaba impertérrita, Corintia, tomando notas como una descosida, seguramente que para una escena de su próximo Best Seller.

NARRADOR TESTIGO

Penélope y yo habíamos pasado unos días muy tranquilos en Estepona, paseando por la playa y comiendo en sus chiringuitos. Ella estaba tremendamente ilusionada con su próxima maternidad y no dejaba de contarme sus planes con el pequeño Lucas. Cuando acabó sus días de descanso, Penélope y yo decidimos que le acompañaría de vuelta a Madrid en tren de Alta Velocidad desde la estación María Zambrano de Málaga. Ese día caluroso de verano, al llegar a la estación noté bastante fatigada a Penélope, aunque ella no me dijo nada, no hacía falta, su rostro y el sudor que la empapaba eran suficientemente claros para saber que ya contaba los días para tener a su pequeño en sus brazos.

Buscamos el tren con destino Madrid y nos dirigimos al vagón número 7, el nuestro, tuvimos que hacernos paso entre una multitud de turistas enloquecidos por los rayos del sol malagueño. Al entrar en el vagón, una azafata nos indicó nuestro asiento y puso a disposición de Penélope todo aquello que le proporcionase un trayecto lo más cómodo posible, pero yo no podía dejar de observar a la diversidad de personas que también viajaban en nuestro vagón y no pude resistirme a imaginar cómo serían sus vidas y a qué se dedicarían, en mi cabeza ya estaba componiendo una escena de una futura novela. A pesar de que yo creía que estaba en silencio, todos estos pensamientos se los estaba transmitiendo a Penélope que de repente me dijo ¡Corintia, cállate o te comerás mi puño, que quiero dormir! En ese momento, hice mutis por el foro, saqué mi portátil y me puse a escribir.

Al cabo de un rato, me di cuenta que Penélope no se encontraba bien, tenía el rostro desencajado y no paraba de gritar que le dolía mucho la barriga, entonces llamé al personal de cabina y les transmití que mi amiga se encontraba de parto. Le di la mano y me puse a respirar con ella. Sin previo aviso apareció un doctor que viajaba en el vagón para ayudar en el parto de Penélope y al cabo de un rato, lucas ya estaba en este mundo, sano y salvo gracias al doctor providencial. El vagón estalló en júbilo y como en una escena de los hermanos Marx todo parecía caótico dentro de un orden.

Al llegar a la estación de Atocha en Madrid acompañé a Penélope y al pequeño lucas al hospital, no sin antes entregar mi teléfono al apuesto doctor, ya que una buena historia ha de ser contada con todo lujo de detalles y para eso es necesario contar el testimonio de las personas allí presentes. Mi próximo libro se titularía “la chica del vagón número 7”.

sábado, 23 de mayo de 2020

LA MITOLOGÍA: SU ORIGEN Y UTILIDAD

Llámese mitología o fábula la historia que trata de la vida y hazañas de los semidioses y héroes de la antigüedad pagana. No todo lo que en estas fábulas se refiere es pura mentira o ficción; algunas de ellas descansan sobre fundamentos históricos y aún las hay que están sacadas del Antiguo Testamento. El diluvio de Deucalión recuerda el diluvio de Noé; en los Gigantes que escalan al cielo, fácil es reconocer a los hijos de los hombres levantando, con loca audacia, la torre de Babel; la formación del hombre por Prometeo es un remedo del Génesis; el sacrificio de Ifigenia parece reproducir la historia de Jefté.

El sacrificio de Ifigenia (1653) de Sébastien Bourdon.

La mitología tuvo su cuna en Egipto, Fenicia y Caldea. Hacia el año 2000 antes de Jesucristo, Nino, rey de Babilonia, hizo erigir en medio de la plaza pública la estatua de su padre Belo y mandó a sus súbditos que ante el vano simulacro ofreciesen incienso y elevasen sus plegarias. Influidos por este ejemplo, los pueblos vecinos deificaron a sus príncipes, a sus legisladores, a sus guerreros, a sus grandes hombres y aún a aquellos que habían conquistado una vergonzosa celebridad. Las pasiones y los vicios fueron también divinizados. Pero los pueblos de Grecia fueron los que elevaron la mitología a su mayor esplendor, la embellecieron con ingeniosas concepciones, la enriquecieron con gayas ficciones y en ella derramaron a manos llenas las creaciones de su imaginación. A sus ojos pareció demasiado sencillo lo que era tan sólo natural; los relatos de acciones verdaderas se animaron atribuyéndoles circunstancias extraordinarias. A sus ojos los pastores se tornaron sátiros y faunos: las pastoras, ninfas; los jinetes, centauros; los héroes, semidioses; las naranjas, manzanas de oro; en un bajel que navegaba a velas desplegadas vieron un dragón alado. Si un orador conseguía cautivar a su auditorio con los encantos de su elocuencia, le atribuían el poder de haber amansado los leones y de haber tornado sensibles a los duros peñascos. Una mujer que había perdido a su esposo y pasaba los días sumida en llanto inconsolable, aparecía a sus ojos convertida en fuente inagotable. De esta manera la poesía animó la naturaleza y pobló el mundo de seres fantásticos.

La Ilíada de Homero
La Odisea de Homero

Por más que la mitología sea, casi en su totalidad, tejido continuo de fábulas, no por eso deja de tener una utilidad incontestable. Por ella nos ponemos en condiciones de poder explicar las obras maestras de los pintores y escultores que admiramos y nos facilita la lectura de los poetas y la hace interesante. La mitología aclara la historia de las naciones paganas, nos hace conocer hasta qué punto los egipcios, mesopotámicos, griegos y romanos vivían sumidos en profundas tinieblas y a qué grado de desorientación puede llegar el hombre abandonado a las solas y pobre luces de su inteligencia. Sin duda que la mayor parte de las fábulas que la integran son falsas y absurdas: unos dioses cojos, ciegos, vulgares, luchan entre sí o contra los hombres; unos dioses pobres, desterrados del cielo, se ven obligados, mientras sobre la tierra permanecen, a ejercer el oficio de albañil o de pastor, quedando, de este modo, ridiculizados en extremo. Pero la mitología ofrece frecuentemente fábulas morales en las que bajo el velo de la alegoría se ocultan preceptos excelentes y reglas de conducta.

El dios Marte de Diego Velázquez (1640).

Saturno devorando a su hijo de Francisco de Goya (1819-23).

Las furias que se ceban encarnizadamente en Orestes, el buitre que roe las entrañas de Prometeo, trazan la maravillosa imagen del remordimiento. La historia de Narciso ridiculiza la vanidad estúpida y el exagerado amor a sí mismo. La trágica muerte de Ícaro es una lección admirable para los hijos desobedientes, Faetón es el tipo de los orgullosos castigados. Los compañeros de Ulises convertidos en viles puercos por los brebajes de Circe, son una imagen fidelísima del embrutecimiento a que conducen la intemperancia y el libertinaje.

Orestes perseguido por las furias de William Adolphe Bouguereau (1862).
 

¿Creían todos los sabios de la antigüedad en la verdad de las fábulas mitológicas? Seguramente que no, pero no se atrevían a combatirlas abiertamente y contaban con burlarse de ellas en el seno de sus familias o en la intimidad de sus amistades. Quiso Sócrates demostrar a los atenienses la existencia de un solo y verdadero Dios atacando, por ende, el politeísmo, y pagó con la vida sus nobles propósitos. En Roma, Cicerón se atrevió en una de sus obras a chancearse al tratar de los dioses y mereció por ello la censura de sus contemporáneos.

Sócrates
Marco Tulio Cicerón

Al cristianismo estaba reservada la gloria de reducir a escombros este vetusto edificio y hacer que ante la antorcha de la revelación divina desaparecieran las tinieblas y la ignorancia que tales supersticiones fomentaban.

Vídeo sobre el mito de la creación en tres culturas.


BIBLIOGRAFÍA

Humbert, J. (2010). Mitología griega y romana. Barcelona: Editorial Gustavo Gil.

 


domingo, 17 de mayo de 2020

¿QUÉ SON LOS MITOS?

Los mitos son relatos mágicos en los que podemos contemplar el reflejo, no sólo de nuestras ilusiones y nuestros temores más profundos, sino también los de los pueblos primitivos que nos precedieron. Algunas de estas leyendas son muy antiguas y, a buen seguro, se contaban ya mucho antes del nacimiento de la escritura. En su conjunto, los mitos y las leyendas conforman gran parte de la literatura, la filosofía y la religión que ha creado la humanidad y constituyen sin duda un testimonio imprescindible del imaginario colectivo.

Los mitos cumplían numerosas funciones en los pueblos que los crearon y los transmitieron. No sólo ofrecían respuestas a los grandes interrogantes filosóficos de siempre (cómo se creó el universo, cuál es la naturaleza de las fuerzas que intervienen en él y cuál es el origen del ser humano y de la humanidad en su conjunto), sino que también proporcionaban respuestas a temas de índole más personal, como pautas sobre cómo comportarse, reglas sociales o explicaciones sobre cómo sería la vida en el más allá. En ese sentido, los mitos cimentaban las estructuras mentales sobre las que los antiguos construían su concepto de la vida. Y lo hacían, detalle éste fundamental, bajo un discurso narrativo, en forma de historias que la gente pudiera recordar y con las que pudiera identificarse, y, en definitiva, les hicieran reír, llorar o atemorizarse.

Debido precisamente al vasto repertorio de temas que tocan, de carácter casi universal, los mitos han ejercido desde siempre un atractivo que va más allá de lo cultural. Todo aquel que se adentra en el apasionante mundo de la mitología no tarda en hacer un sorprendente descubrimiento: más allá de las peculiaridades propias de su cultura de origen, es posible establecer paralelismos de lo más reveladores entre los mitos de las diferentes culturas, tal como lo demuestra la presencia de toda una serie de imágenes recurrentes (el huevo del que nace el universo, el diluvio universal, la naturaleza mortal del hombre como castigo divino…).

POPOL VUH: el libro sagrado de los mayas.


Estas similitudes son lo bastante evidentes como para haber atraído la atención de especialistas de numerosas disciplinas que, a lo largo de los años y desde sus campos respectivos, han intentado buscar una explicación a las mismas. Una hipótesis de trabajo obvia es la de la transmisión cultural, esto es, la idea de que los mitos han pasado de un pueblo a otro a través del contacto directo, como si se tratase de una mercancía más. En el siglo XIX, por ejemplo, se vinculó al descubrimiento de la propagación de las lenguas indoeuropeas a lo largo y ancho de Eurasia durante la edad del bronce, proceso durante el cual un grupo de pueblos arios se trasladó a India mientras que otro se dirigió hacia el norte de Europa después de atravesar Oriente Próximo y Grecia. Se trataba, sin duda, de una más que evidente vía de transmisión cultural que explicaría el hecho de que en las mitologías india, griega y nórdica aparezca una serie de temas comunes.

El panorama no hizo sino complicarse más cuando, ya en el siglo XX, los occidentales supimos de la existencia de una rica mitología en Australasia, el África Subsahariana y el continente americano, regiones que no mantuvieron contacto alguno durante la Antigüedad con las culturas de Eurasia, y cuyos mitos, sin embargo, guardan diversos puntos en común. Así, resulta que hay mitos sobre un gran diluvio universal tanto en Australasia y Suramérica como en China o Mesopotamia, al igual que se ha descubierto la existencia de mitos sobre la creación muy parecidos entre sí en culturas tan distantes como África y la antigua Grecia. Tenían que haber, pues, otros factores que explicaran la existencia de tales mitos y el hecho de que, por un motivo u otro, hubieran recorrido enormes distancias geográficas que las antiguas poblaciones no habían salvado.

Mitología africana: Mawu y Lisa, los gemelos creadores.


Este misterio captó el interés del gran psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, quien con el tiempo acabó descubriendo que muchos de los temas que aparecían en los mitos universales, como los bosques sombríos, las transformaciones imposibles, las criaturas monstruosas, los niños abandonados, la capacidad de volar o las caídas, se mostraban también en sus sueños, así como en los de sus pacientes. Fue a partir de este descubrimiento que desarrolló su teoría del “inconsciente colectivo”, una nueva parcela de la mente inconsciente donde tiene cabida una colección de recuerdos e imágenes comunes a todo ser humano. Aunque son muchos los que con el paso del tiempo han rebatido esta teoría, lo cierto es que la noción de “arquetipo”, término éste con que se designaba a estos símbolos mentales de carácter universal, ha pasado ya a formar parte de nuestra cultura. Según Jung, los arquetipos son el vínculo perdido entre la mente individual de cada persona y los mitos propios de su cultura, y son precisamente ellos los que han posibilitado la vigencia hasta nuestros días de ese universo mitológico. Cuando decimos que algo “es un mito”, tanto podemos referirnos a que ese algo es ridículo o imposible, como a que por su carácter trascendental posee una “dimensión mítica”.

Carl Gustav Jung


Todo ello explica que las leyendas y los mitos continúen hoy en día dando sentido a nuestras vidas, así como al mundo en que vivimos. Y es que los grandes temas de la mitología universal discurren paralelos a nuestras propias experiencias vitales, escenificando en un plano imaginativo nuestras esperanzas y nuestros temores más profundos. Es precisamente gracias al hecho de que podemos identificarnos y emocionarnos con su contenido por lo que continúan captando nuestro interés y seduciéndonos.

El Consejo de los Dioses, fresco de Rafael.


Por otro lado, los mitos tienen también una innegable lectura de carácter social al sugerir que, al margen de las enormes diferencias idiomáticas y culturales, existe un origen común. Por alguna razón todavía por descubrir en la estructura mental del ser humano, lo cierto es que los pueblos de todos los continentes y todas las regiones climáticas tienden a desarrollar las mismas situaciones y a plantear los mismos conflictos. En ese sentido, los mitos se valen de un lenguaje universal que remite a un mundo anterior a la torre de Babel. Y es que, en definitiva, una vez salvadas las innumerables peculiaridades culturales, los mitos testimonian la unidad imaginativa del ser humano más allá del tiempo.

BIBLIOGRAFÍA

Littleton, C. Scott (2007). MITOLOGÍA. antología ilustrada de mitos y leyendas del mundo. Barcelona: Editorial Blume.